Palabras Mágicas Reto Gratitud para Escribelandia

Se despertó rápido y sonriendo porque siempre se levantaba contento y feliz. Dio un brinco y saltó de la cama poniéndose de espaldas y bajando con cuidado para no caer de cabeza al suelo. El suelo era como un imán y la cama no es que estuviera muy alta pero con 4 años cuesta mucho bajar de la cama sobre todo si tienes vértigo. Nunca le pusieron en una cuna. Era por comodidad y ahorro. Y todos lo agradecían porque así era más cómodo contar cuentos e historias a la hora de ir a dormir. ¡Todos encima de su cama! Mamá siempre se sentaba allí, papá también y a veces la abuela. Todos le leían allí mientras a él se le iban cerrando los ojitos. Menos un día que su padre se durmió leyendo y él se quedó mirando los dibujos de la historia. Ayer mamá le contó una historia de unos que se llaman Hensel y Grettel. ¡Qué nombres tan raros! Pero qué rico se veía el dibujo del cuento con una enorme casa de chocolate e increíbles y maravillosos caramelos colgando de las ventanas que eran de turrón y galleta y los cristales debían de ser de caramelo. Además de la chimenea colgaban caramelos como los de los árboles de Navidad y había bombones y de esas ‘chuches’ que son blanditas en forma de ositos de colores puestas en cada ladrillo. También había guindas de las que coronan pasteles… ¡Era una casa increíble! Notaba que las hojas del cuento olían a natillas con canela y azúcar y arroz con leche del que hace la abuelita ¡Qué casa tan dulce! La suya también es dulce pero no de ‘chuches’ porque mama dice que las golosinas no son buenas. Su casa es dulce de cariño. Y salió corriendo por el pasillo sin miedo y con energía. Era muy temprano pero los rayos del sol empezaban a asomarse por las rendijas de las ventanas y se notaba la calidez del final del verano que comenzaba a enmarcarse por todas partes. Y los pies descalzos iban arrastrándose por el pasillo de forma rápida y decididos. Su abuela le dijo que los monstruos no existen y ‘abu’ nunca dice mentiras. Cuando llegó a la habitación de sus papas entro sin más. La puerta siempre estaba entreabierta y solo tenía que apoyarse con sus pequeñas manitas y empujar hacia adelante mientras entraba. Sabía que había que llamar pero por la prisa emocionante algunas veces se le olvidaba.  Mama, mama, mama –dijo susurrando- ¡Abre los ojos que ya es de día!  Siiii cariño –gimió la madre sin abrir los ojos- Aún no ha sonado el despertado ve a tu cama…  Nooooo mama –se acercó tocando con su dedo el rostro de la madre- Ya está el sol en casa…  Claro cariño –se despertaba la madre observando la hora del reloj- pero falta media hora… Y ayer trabajé hasta la madrugada…  Bueno tu sigue pero yo no voy a dormir –se dio la vuelta con determinación- ¡Papá ya se fue al trabajo y yo voy al mío…! La madre abrió de repente los ojos y se movió hacia la cotidianidad. Y después de levantarse todos y desayunar, asearse y vestirse les quedó media hora para jugar a quien se pone antes la chaqueta y fueron a la escuela muy, muy, muy despacio porque tenían mucho, mucho, mucho tiempo. La mañana en la escuela pasó rápido y casi sin darse cuenta para el niño. Para la madre fue distinto. Para ella el día se hizo muy largo. Casi un martirio que se agudizaba mirando constantemente el reloj del móvil porque era la primera vez que el pequeño iba a la escuela y no sabía cómo sería ese período de adaptación. Cuando recogió a su hijo estaba muy emocionada y orgullosa porque el pequeño salía contento.  ¡Mama, mama, mama! –se acercó contento dando brincos de alegría- ¡Has venido! ¡Has venido!  ¡Claro mi vida! –le dijo dándole un beso y la mano - ¿Cómo no iba a venir?  ¡Claro! –reía el pequeño de puntillas-  ¿Pensabas que no vendría? –le preguntó con cariño-  Nooo… -dijo pícaramente- pero como una vez se te olvidaron las llaves de casa….  Pero tú no eres unas ‘llaves’… -rió la madre- ¿Y qué tal el ‘cole’?  Bien… pero los otros niños no dicen las palabras ‘mágicas’ –contestó-  ¿No dicen las palabras mágicas? –miró al pequeño- ¿Cómo fue eso?  Pues que los niños no dicen ‘gracias’, ni ‘por favor’ –dijo tranquilamente-  ¡Ah vaya! –sonrió la madre- Pues ¡tendrás que enseñarles el idioma mágico! ¿ no?  ¡Siii…! –contestó- a un niño que lloraba porque no tenía el color naranja le he dicho ‘por favor’ que no llorara. Me dijo que no tenía lápices de colores y le he dejado mi color naranja y ¿sabes qué?... dejó de llorar. Le he dicho que solo tenía que pedirlo y que se lo dejaré y que siempre debemos dar las gracias sobre todo cuando alguien es bueno con uno. Hay que agradecer y dar las gracias. Y me ha dicho ‘gracias’ y se ha hecho amigo mío y dejó de llorar…  ¿Dejó de llorar? –preguntó interesada la madre-  Si y hemos jugado a perseguirnos en el patio –dijo contento abriendo los ojos mucho-  ¡Qué bien! –le contesto la mujer- ¿Y cómo se llama?  Pues… no se lo he preguntado… -contesto consternado- Bueno mañana le pregunto  ¡Eso! –contestó la madre acariciándole la cabeza- ¡Mañana le preguntas!...

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